El sol comenzaba a filtrarse entre las nubes cuando inicié el ascenso por las escaleras de piedra que conducen al Mirador Kaqasiiwaan. Cada peldaño estaba decorado con murales vibrantes que parecían contar la historia del pueblo tz’utujil de San Juan La Laguna. A medida que subía, el sonido de la vida en el lago quedaba atrás, sustituido por el murmullo del viento y el canto lejano de las aves.

El camino, aunque corto (unos 20 a 25 minutos), exige un poco de esfuerzo, especialmente bajo el sol del altiplano. Pero las paradas para admirar el arte local –quetzales pintados en el piso, escenas de la cultura maya y flores nativas– hacen que el tiempo pase volando. Si lo prefieres, puedes tomar un tuc tuc hasta el punto más alto accesible y caminar el último tramo a pie.

Al llegar a la cima, el Mirador Kaqasiiwaan te recibe con una plataforma circular adornada con nuevos murales pintados a mano. Algunos juegan con efectos visuales que parecen sacados de una ilusión óptica: escaleras que flotan en el aire, quetzales gigantes o escenas del lago que se funden con el horizonte. Es el lugar perfecto para dejar volar la creatividad con la cámara.

Pero lo más impresionante está más allá del arte. Desde aquí, el Lago de Atitlán se abre en todo su esplendor, rodeado por los volcanes San Pedro, Atitlán y Tolimán. Si miras al este, puedes distinguir el famoso Rostro Maya, esa formación montañosa que parece un perfil humano durmiendo. Si planeas bien tu visita y llegas al amanecer o al atardecer, verás cómo la luz transforma el paisaje en un lienzo de colores dorados y azules intensos.

Mirador Kaqasiiwaan, Atitlan
Mirador Kaqasiiwaan, Atitlan

La entrada al Mirador Kaqasiiwaan tiene un costo accesible: Q10 para nacionales y alrededor de Q30 para turistas extranjeros. El sitio abre desde muy temprano, ideal para quienes buscan ver salir el sol. Recuerda llevar calzado cómodo, agua, protector solar y algo de efectivo para comprar artesanías o bebidas a los vendedores que se encuentran a lo largo del camino.

Además de ser un mirador, este lugar es un símbolo de identidad para San Juan La Laguna. Los murales son pintados por artistas locales que plasman la cosmovisión tz’utujil en cada detalle, convirtiendo la visita en una experiencia cultural y visual al mismo tiempo.

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