Caminar por las empedradas calles de Antigua Guatemala es como retroceder en el tiempo. Pero hay un punto donde la ciudad colonial parece detenerse por completo: el Arco de Santa Catalina, ese pasaje amarillo que enmarca la imponente silueta del Volcán de Agua al fondo. No importa cuántas veces lo visites, siempre roba el aliento.

Construido en el siglo XVII, este arco era originalmente un pasadizo secreto que conectaba el convento de Santa Catalina con una escuela cercana, permitiendo que las monjas, que vivían bajo votos de clausura, pudieran cruzar sin ser vistas. Hoy, es el lugar más fotografiado de la ciudad… y por buenas razones. La luz que se cuela por las mañanas crea un espectáculo inolvidable, especialmente si tienes la suerte de verlo despejado.

Mientras lo observas, escucha el bullicio de vendedores de artesanías, turistas buscando el mejor ángulo y el inconfundible sonido de los tuk-tuks pasando a toda prisa. Antigua tiene esa energía que te envuelve: colonial, viva y llena de historias en cada esquina.

Arco Santa Catalina, Antigua Guatemala
Foto de Daniela Sánchez

Consejos para visitar el Arco de Santa Catalina


Un símbolo que no olvidarás

El Arco de Santa Catalina no es solo una postal bonita, es el emblema de una ciudad que se mantiene viva a pesar de terremotos, erupciones y el paso del tiempo. Pararte bajo él es una de esas experiencias simples pero memorables, de esas que te hacen sentir que realmente llegaste a Antigua Guatemala.

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